

Yo hoy aprendí a no proponerme no sentir tristeza, a no proponerme forzar la alegría. Quise que fuera un día como cualquiera, quise que fuese un cumpleanios como en anios pasados, con una llamada, platicar, contarse cosas. Lo fue, hasta cierto punto, fui a pasear a la orilla de un lago, acompaniada de una foto, el viento, las nubes. Platiqué con él, le conté mi vida. Pero en vez de su risa y el relato de sus planes cumpleaniezcos hube de escuchar mi llanto y mi tristeza, el vacío que dejó. Fue hasta muy después, emprendido el camino de vuelta, que sentí su companiía cálida, imaginé su risa y su voz. Dejé de sentirme tan sola. Allí está su candela, allí esta su fotografía, en mi casa comieron un pastel y él está con todos nosotros. Donde estemos.
Fue hace muchos anios, cuando nuestros padres luchaban por un mundo más justo, cuando emprendían la pelea que a los de nuestra generación hizo lo que somos y cómo somos. En esos días, oscuros o brillantes, Miguel, un hombre aparentando menos anios de los que realmente tenía, me lo imagino como en algunas fotos lo ví, de cabello negro, bigote y delgado, piel morena, tan dispuesto a una risa profunda, como a un brote de cólera o llanto intenso, llegó a visitar a su amigo suizo. Algo buscaba, no recuerdo qué y para lo que voy no importa. El hecho es que llegó a ese cuarto, me lo imagino poco amueblado, casi vacío, eran tiempos austeros. Allí, en la cama estaba su amigo, sufriendo, enfermo de diarrea, la bien conocida venganza de Moctezuma. Éste amigo le contó su pena, su sufrimiento y su impedimento. Miguel sufrió con él, vivió con él sus dolores, empatía total, tomó lo que necesitaba y se fue. Pasados algunos momentos después de su partida al amigo se le ocurrió, recordó, reconoció que Miguel, siendo médico de profesión y en cuerpo y alma, escuchó todo y no dijo nada. Ningún consejo, ninguna pregunta, simplemente lo acompanió, tal vez, imagino yo, tomó su mano, sufrió con él. Tal cual lo ví hacerlo cuando era ninia, cuando lo acompaniaba. Me dijo el amigo de mi papá, que en ese momento fue la mejor medicina que pudo recibir. Y que ese es el recuerdo que de él guarda, guardará y quiso compartir conmigo y ahora comparto con ustedes yo. Porque siendo lo que haya sido, habiendo hecho lo que hizo, lo acertado y lo errado, ese es un recuerdo que de él quiero guardar. Es como lo quiero recordar.
