Ya no es el 31 de octubre, estamos entrando al 1ero de noviembre. Aunque suene tan gastado no quiero dejar de decir: como pasa el tiempo.
Hoy-Ayer, entregué finalmente la casa en la que viví discontinuamente los últimos tres anios a los próximos inquilinos. Quedamos en que una tarde de tantas me invitarán a tomar una taza de café de la cafetera que les heredé, como a mí me la heredaron antes...
Quedó la casa vacía. Vacía de objetos, de los míos y los de Miriam, de los de Yatin y Clarissa, de los de Achim. Todos los que en los últimos anios hemos vivido allí. Sí, de hecho, está vacía de objetos, pero como tantas casas, está llena de recuerdos. En nuestras mentes está llena de recuerdos, bellos y no tanto, tristes, alegres, ruidosos y silenciosos. Está llena del olor de los tés que tomábamos, como decían (o dicen) los amigos en Guate, en cantidades industriales. No solo ese olor, no. Tal vez los olores sean la mejor descripción de nuestra vida en esa casa, nuestra casa, nuestra primera casa nuestra, nuestra primera casa de adultas o en el camino a serlo, la primera familia que escogimos Miriam y yo, nuestro suenio de un hogar. Suenio que, por que no decirlo, en algunos aspectos se cumplió, en otros menos... como sea, los bellos recuerdos predominan.
Para regresar a los olores: En mi memoria ese tiempo, el transcurrido en ese nuestro hogar, está colmado de olores: a nuestras comidas con amigos y para consentirnos nosotras: mucha verdura con todo tipo de especias, mis favoritos: el romero y el tomillo; salsas de muchos sabores, ensaladas de colores, las inolvidables lasagnas de calabaza y espinaca, las quiches de cebolla, más de una vez unos frijolitos de olla o refritos, con platanos fritos, tortillas y lo que se encontrara por allí...; los afamados tés: negro, verde, rojo, de hierbas, el chocolate caliente con canela, cardamomo, pimienta y una pizca de chile, el mate caliente o frío, café: de olla o espresso y/o con leche, para estudiar con los amigos, para la platicadita rica o para callar y acompaniarnos, para calentarnos en las tardes y noches de invierno; pasteles y pan (a veces muy duro, a veces quemado, pero nuestro, salido de nuestras manos!), los postres: tiramisú, pudin casero, otros intentos e inventos... alimentos en fin, de dónde saqué la pasión por cocinar no sé, sé que los conocimientos vienen de lo que aprendí en el colegio y viendo a otros cocinar. Otros olores: las candelas y los inciensos; últimamente el olor al cigarro viejo y nuevo...; olores de champus, de desodorantes, el olor de las visitas... . En fin el olor de nuestra casita.
Pero no solo son esos los recuerdos, los hay de fiestas, de risas, de música. También los hay de tristezas, de amores y sinsabores, de noches y noches estudiando, de horas y horas platicando, hablando sobre la vida, sobre el futuro, sobre el pasado...
Hoy fue la despedida definitiva del lugar. También me despedí de Miriam y aunque sé bien que no es la última vez que la veo, fue una despedida triste, porque significa el final de un plan, de un suenio, de una época en nuestras vidas. Se acerca el fin del ser estudiante, se acerca el momento de integrarnos a la población trabajante. Sin duda, para mí se acerca el momento de decidir lo que vendrá después, más allá del momento en que haga el exámen final de la carrera. En mi caso significa que los seis anios, los afamados seis anios se acercan a su fin... lo que eso significa no lo sé.
Aun sin saber que significa, les puedo asegurar que si me concentro en el hoy y en el dia siguiente, estoy muy bien. Más que en la mayor parte del estudio, disfruto lo que estoy haciendo, lo que aprendo, me afirmo en reconocer que es el camino que quiero seguir, que no quisiera haber escogido otro. Sé que los seis anios valen la pena y que lo haría otra vez.
Con todas las despedidas que han marcado mi vida, ésta no es más fácil, no me acostumbro. Menos si pienso en lo efímera que es la vida, en lo cerca que tenemos la muerte. Hoy, mi mamá me contó de la muerte violenta de dos maestros del colegio. No puedo imaginarlo, me cuesta creerlo. En una carta mi papá una vez escribió: "aquí (en Guatemala) la vida no vale nada, tú lo has visto en los hospitales", una amiga me dijo después del accidente de mi papá y Ricardo: "aquí la vida no vale nada, a nadie le importa"; no pude creerlo, porque me lastimaba demasiado ese pensamiento. Todavía me lastima, pero empiezo a creerlo. Es triste y me causa enojo y rabia.
Sin duda no nos queda más que disfrutar el hoy, cada abrazo de las personas a las que queremos, cada comida que nos hacen o hacemos, cada trago de agua, cada sonrisa y cada aprendizaje nuevo, cada día y cada noche... sin duda no queda más que tener presente la posibilidad de la muerte, de lo ineludible y definitiva que es.
Y así, para no ponerme más melancólica, para no entrar más en la tristeza, los dejo para meterme entre las chamarras mientras fuera la niebla cubre la ciudad y la luna se pierde en el horizonte. Me voy a dormir para despertar en el día de Todos los Santos, para esperar el día de los Fieles Difuntos y ver qué me traen... trabajar, estudiar, leer, arreglar para no pensar que mis muertos no están aquí cerca, que no iré al cementerio a dejar flores, que no velaré la noche con ellos, que no habrá pan de muerto, ni calabaza ni garbanzos en dulce...
Buenas noches
jueves, 1 de noviembre de 2007
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1 comentario:
http://mil8mil.blogspot.com/2007/11/hamburg-o.html
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